RENÉ MAGRITTE

Hablar de Magritte es hablar de la sencillez hecha diferencia, es hablar de alegorías de lo social y es hablar de misticismo cotidiano, entre otras muchas cosas.

 

René Magritte nació y estudió en Bélgica, y pronto empezó a interesarse por el arte de la modernidad: el impresionismo, el cubismo, el futurismo y el orfismo son influencias no tan evidentes en su genuina pintura pero gracias a ellas desarrolló un lenguaje y un arte particular para materializar lo más profundo de su pensamiento.

 

Su pintura se caracteriza por la sencillez de sus conceptos y lo complicado de sus reflexiones, es decir, vemos pero no comprendemos; y en la comprensión está la clave de su obra.

 

Duplicaciones, ausencias, disquisiciones teóricas, ironía, subversión de los valores ópticos de la pintura tradicional, juegos de palabras, sus cuadros son pasatiempos de la mente, carecen del dramatismo o la apariencia convulsa de otras obras surrealistas y presentan a menudo guiños o referencias a la pintura tradicional. Comparte muchas características precisamente con los surrealistas pero siempre se mantuvo como artista disociado de cualquier grupo.

 

Magritte es un artista para ser pensado, un contemporáneo de la pintura como lo es Kafka de la literatura o Hitchcock del cine, uno de esos personajes que merece la pena comprender.